Era un día normal, de esos en que ella tenia ganas de verle, pero su orgullo no le permitía escribirle para pedirle aunque sea una miradita por la ventana. Hasta que el amor y las ganas de verle pudieron más que cualquier otra cosa que se cruzara por su camino. Le escribió si, lo hizo, le pidió que fuese a verle, que lo extrañaba y lo necesitaba como siempre, ella esperaba de él un rechazo, pero no fue así, accedió a ir a verle. Eran las 5 de la tarde y ella esperaba ansiosa su llegada... Sonó el celular, era un mensaje: Estoy afuera, sal.
Su alegría se desprendió al segundo siguiente de leer ese mensaje; corrió para abrirle y ahí estaba él con sus ojos brillantes y gritando con la mirada "Tenia tantas ganas de verte"; entro a la casa de ella y era como si el viviese allí, conocía cada lugar donde iban las cosas desde sus zapatos hasta su cartera. La tarde paso lentamente hasta al caer la noche, hablaban de los días en que no estuvieron juntos y todos los acontecimientos que quizá a ella no le alegraron tanto, pues si, esa noche ella descubrió que él ya no era tan suyo, que ya había estado con otra chica.
Los pensamientos de ella comenzaron a florecer, desde la forma en que él acariciaba, besaba y le hablaba a la otra, hasta la forma en como la hacia suya, tan suya como ella lo era de él. Pensarlo era su destruccion, era caer es un abismo de donde solo él podría sacarla, aunque dijese lo que dijese nada borraría que el estuvo con otra, las lágrimas comenzaron a caer y junto a ellas salieron las preguntas ¿Le hiciste el amor o fue solo sexo? ¿Lo nuestro qué es? ¿Quieres estar conmigo?.
De alguna forma ella se sentía asqueada del cuerpo que tenia a su lado, de esas manos que habían tocado otra piel, de esos labios que habían besado otro cuerpo, de esa boca que habían pronunciado otro nombre, eran tantas cosas que estaban fuera de su alcance, fuera de sus manos para cambiarlo... pero nada cambiaba que él era el chico que amaba, con el que quería pasar esa noche y las que seguían en toda su vida. La noche pasó y sus ganas de besarle eran tan grandes como el odio que sentía por él en ese momento, él la acaricio como una prenda delicada de ropa de esas que se arrugan con facilidad, la respiración de ella se aceleraba con cada tacto de los dedos de su chico, poco a poco salia la ropa que cubría sus cuerpos y llego el momento en que cada uno reclamo lo que era suyo en la cama, en el piso, en el mueble, en el baño, en todas partes pero el cuerpo de ella era de él tanto como el de él era suyo, iban al mismo ritmo, parando el tiempo y alejándose de la realidad; les quedaba disfrutar cada movimiento, no sabían cuando volvería a repetirse, los cuerpos se fueron agotando y el sueño se adueño de ellos... Al llegar el día la tranquilidad que ella sentía a su lado era de otro planeta, no quería que ese momento acabara, lo que quería era olvidar la revelación de la noche anterior y eso era más que imposible. Ella disfruto cada beso, caricia y cada respiración que venia de él, hasta el momento de marcharse. Lo vio caminar, hasta perder lo de vista, miro cada rincón de la casa que había sido testigo de ese amor puro, de ese que no esta siempre pero es seguro.
Esta es una de esas historias que suelen recordarte momentos, de esas historias que quieres vivir, de esas historias de amor y odio que nos hacen feliz.
Para comentarios: Twitter @orlypadron
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Creer de nuevo
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